viernes, 25 de enero de 2008

 

30 pequeñas alegrías

Aunque creo ser enormemente racional, y todo lo pienso una y mil veces, hasta aburrir generalmente al personal y hasta a mí mismo, hay ocasiones en que me dejo llevar por mis impulsos y me fío de lo primero que se me pasa por la cabeza.

Ayer fue el trigésimo cumpleaños de Desconvencida, una cifra respetable que ya te permite tener una cierta perspectiva de lo que ha sido tu vida hasta el momento, con sus pros y contras.

Yo al llegar a la edad de treinta años no es que me sintiera viejo, ni mucho menos, pero sí sentí, de forma idiota muy probablemente, que empezaba una nueva etapa. Una de las cosas que intento mejorar día a día con respecto a la anterior, aunque quizá no lo consiga, es ser más tolerante y comprensivo con los demás. Ahora lo veo todo de forma distinta, quizá situándome un poco en el pellejo ajeno, y me doy cuenta de que cada persona tiene unas razones, motivaciones o condicionantes que le llevan a hacer lo que hace y a ser como es, y que yo, en vez de ser intervencionista lo que debo de hacer es respetar y a lo sumo intentar ayudar si se me reclama dicha ayuda. Cada uno ha de vivir “su” vida, aunque cometa muchas veces equivocaciones. También creo que, salvo raras y fatales excepciones, casi siempre se está a tiempo de cambiar de rumbo si se considera que se esta yendo por el camino inadecuado. Como dice el refrán, “nunca es tarde si la dicha es buena”.

En fin, a donde yo quería llegar antes de que me saliera la vena filosófica (que la tengo, y bastante desarrollada, no en vano me pregunto el por qué de casi todo, aunque no halle respuestas), es a que he intentado hacerle un regalo especial a Desconvencida por haber llegado a esa edad tan especial que es la treintena a partir de lo primero que se me ha pasado por la cabeza al pensar en ella.

En primer lugar, color, mucho color, una explosión de colores diversos e intensos. En segundo lugar, fantasía, imaginación, ensueño… En tercer lugar, un caos ordenado, un haz de mundos diferentes aunque interconectados, una galaxia de intereses que se van entretegiendo de mil y una maneras y cuyo principal nexo de unión es un determinado gusto personal, generalmente exquisito y lleno de curiosidad. Finalmente, y englobando a todo lo anterior, una enorme vitalidad, que no tiene por qué armar escándalo para llamar la atención, simplemente cautiva por cómo es, por su misma esencia.

Así es, entre otras cosas, Desconvencida cuando trato de visualizarla. Todo ello podría tratar de reflejarlo en el cine, en la literatura, en la música… cosas que le encantan. Pero insisto en que estoy valiéndome de impresiones inmediatas, y lo que ustedes ven tras estas líneas, obra de Kandinsky y Nolde, es el resultado de ese ejercicio mental que me propuse llevar a cabo, cuyo principal objetivo es proporcionar treinta "pequeñas alegrías":



























































* "Pequeñas alegrías" es el título del cuadro de Kandinsky de 1913 que encabeza este post. Siento no poner el título y la fecha del resto de cuadros que aparecen (perezoso que es uno).

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