viernes, 24 de noviembre de 2006

 

Lecturas

Joaquín Sorolla, En el jardín, 1896

Al parecer, dijo el gran Borges que uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído.

Y en parte, aunque sólo en parte, no le falta razón.

 

La risa de los niños


«La risa de los niños es la alegría de la vida. Deben estar siempre de buen humor, y lo están siempre cuando se sienten fuertes y sanos. Alguna vez tienen derecho a ponerse serios; pocas, tristes; de mal humor, nunca. El mal humor, el enfado, no digamos la cólera, son como enfermedades que pudren la vida de los demás y la nuestra; ni siquiera las peores acciones han de irritarnos, sino movernos a compasión y auxilio para su remedio.

Por esto, ya hoy el maestro hace cuanto puede para mantener en los niños la animación, la serenidad, el buen humor, aun en los momentos en que hay que avivar en ellos, con mayor energía, el sentido del deber, que, si no lo tomásemos por el lado de nuestras debilidades y abandonos, jamás sería cosa desabrida.

La escuela triste, sin sol, sin horizonte, de espaldas al campo; el maestro triste, agrio, iracundo; la enseñanza triste, fría como cosa mecánica, a que hay que sujetarse por fuerza, van pasando, pasando...

La alegría y el bullicio del niño son cosa divina. Haced que duren, y animen, y calienten por todas partes, como un sol, el mundo.

Bienaventurada su sonrisa.

Apagarla es pecado».

Francisco Giner de los Ríos, "La alegría del niño", 1920.

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