miércoles, 2 de mayo de 2007
Como churros
«Han sido vistas las diligencias seguidas contra D. Ryoki Inoué y D. César Vidal y ha sido probado y así se declara como:
HECHOS PROBADOS
Que D. Ryoki, escritor brasileño de origen japonés, es el escritor vivo más prolífico (según el Libro Guinness de los Récords), con 1.074 novelas publicadas. Ítem más: que publica unas seis obras al mes y que, él solo, es el autor del 95% de los libros de bolsillo que se editan en Brasil. Ítem plus: que ha utilizado 39 seudónimos diferentes.
Que D. Ryoki cambia de teclado cada cinco meses, ya que al parecer los destroza por uso intensivo. Ítem más: que, según testimonio de XL Semanal, “en algunas fábricas y plantas de ensamblaje se prohíbe entrar a sus trabajadores con sus libros, porque enganchan tanto que el personal es capaz de dejar su trabajo para terminar de leerlo”.
Que, entre nosotros, D. César Vidal emula con bastante éxito a D. Ryoki. D. César ha publicado ya 127 libros y, sólo entre 2004 y 2005, publicó 27: más de uno al mes. Ítem plus: que los asuntos de los libros de D. César abarcan todos los ámbitos del conocimiento (racional e irracional) humano, de la república al antiguo Egipto o el Quijote, sin olvidar el Holocausto, el estalinismo, la cábala, Jesucristo, Paracuellos del Jarama, Durruti, el Talmud, las Brigadas Internacionales, etc.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
Los hechos probados son constitutivos de los delitos de proliferación patológica y monopolio editorial. Es muy improbable que alguien lea más de un libro a la semana: en España sólo el 10% de la población lee más de 12 libros al año (mientras que el 28% lee entre 1 y 4; y el 21%, entre 5 y 12). Aun así, ese conjetural lector ávido emplearía más de 20 años en leer la obra de D. Ryoki, y no mucho menos tiempo en leer la de D. César, toda vez que si D. Ryoki tiene la amabilidad (y atenuante) de escribir novelas de unas 150 páginas, D. César endosa con probado ensañamiento mamotretos de no menos de 300. Pero, semejantes lecturas, ¿con qué provecho? ¿A qué estado quedaría reducida la masa encefálica de nuestro francamente deso-cupado lector? Y eso sin contar con que, mientras este hipotético lector insaciable lee sus obras, es más que seguro (impepinable, en términos jurídicos) que los empecatados y contumaces D. Ryoki y D. César seguirán añadiendo títulos y títulos a su producción, en una metástasis cancerosa que amenaza de muerte el buen orden de la comunidad cultural. El adagio legal afirma que lo peor que puede ser un libro es superfluo. ¿Qué decir entonces de unos mil libros de D. Ryoki o de al menos unos ciento y pico de D. César? ¿Son necesarios o inevitables? ¿Debemos resignarnos? ¿Puede la ley consentir la multiplicación cancerosa de sus obras y su colonización de todos los campos del saber? Si de algún escritor ha dicho otro, en su elogio, que era, más que un autor, “toda una literatura”, sin duda se refería a su calidad y novedad, así como a la amplitud de su visión, no a su simple cantidad y mucho menos a la ambición pueril y conmovedora de figurar en todos los estantes de una librería: desde las biografías a la novela, pasando por el esoterismo, la egiptología, los manuales de autoayuda y, si Dios no lo remedia, el sexo tántrico y las artes marciales.
ACUERDO
Que debo condenar y condeno a D. Ryoki y a D. César, como autores de delitos de proliferación patológica y monopolio editorial a la pena de leer con atención el relato “Bartleby el escribiente”, de Melville, así como la obra Bartleby, de Enrique Vila-Matas, dedicada a los escritores que deciden dejar de escribir. Esta medida tiende a la reha-bilitación de los delincuentes, inoculándoles el llamado “síndrome Bartleby”, que les permitiría su reinserción en la comunidad cultural.
Otrosí: que, puesto que las novelas de D. Ryoki ya están prohibidas en centros de trabajo, debo condenar y condeno a D. César a la pena accesoria de que sus obras sean prohibidas en establecimientos de hostelería, con el fin de facilitar la conversación en la barra de los bares, impidiendo el intercambio de opiniones atrabiliarias, reac-cionarias y expresadas con suficiencia, y garantizando así la indispensable pacífica convivencia entre bebedores.
Así lo pronuncio, mando y firmo.
Rafael REIG».
El Cultural, 8 de febrero de 2007.
HECHOS PROBADOS
Que D. Ryoki, escritor brasileño de origen japonés, es el escritor vivo más prolífico (según el Libro Guinness de los Récords), con 1.074 novelas publicadas. Ítem más: que publica unas seis obras al mes y que, él solo, es el autor del 95% de los libros de bolsillo que se editan en Brasil. Ítem plus: que ha utilizado 39 seudónimos diferentes.
Que D. Ryoki cambia de teclado cada cinco meses, ya que al parecer los destroza por uso intensivo. Ítem más: que, según testimonio de XL Semanal, “en algunas fábricas y plantas de ensamblaje se prohíbe entrar a sus trabajadores con sus libros, porque enganchan tanto que el personal es capaz de dejar su trabajo para terminar de leerlo”.
Que, entre nosotros, D. César Vidal emula con bastante éxito a D. Ryoki. D. César ha publicado ya 127 libros y, sólo entre 2004 y 2005, publicó 27: más de uno al mes. Ítem plus: que los asuntos de los libros de D. César abarcan todos los ámbitos del conocimiento (racional e irracional) humano, de la república al antiguo Egipto o el Quijote, sin olvidar el Holocausto, el estalinismo, la cábala, Jesucristo, Paracuellos del Jarama, Durruti, el Talmud, las Brigadas Internacionales, etc.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
Los hechos probados son constitutivos de los delitos de proliferación patológica y monopolio editorial. Es muy improbable que alguien lea más de un libro a la semana: en España sólo el 10% de la población lee más de 12 libros al año (mientras que el 28% lee entre 1 y 4; y el 21%, entre 5 y 12). Aun así, ese conjetural lector ávido emplearía más de 20 años en leer la obra de D. Ryoki, y no mucho menos tiempo en leer la de D. César, toda vez que si D. Ryoki tiene la amabilidad (y atenuante) de escribir novelas de unas 150 páginas, D. César endosa con probado ensañamiento mamotretos de no menos de 300. Pero, semejantes lecturas, ¿con qué provecho? ¿A qué estado quedaría reducida la masa encefálica de nuestro francamente deso-cupado lector? Y eso sin contar con que, mientras este hipotético lector insaciable lee sus obras, es más que seguro (impepinable, en términos jurídicos) que los empecatados y contumaces D. Ryoki y D. César seguirán añadiendo títulos y títulos a su producción, en una metástasis cancerosa que amenaza de muerte el buen orden de la comunidad cultural. El adagio legal afirma que lo peor que puede ser un libro es superfluo. ¿Qué decir entonces de unos mil libros de D. Ryoki o de al menos unos ciento y pico de D. César? ¿Son necesarios o inevitables? ¿Debemos resignarnos? ¿Puede la ley consentir la multiplicación cancerosa de sus obras y su colonización de todos los campos del saber? Si de algún escritor ha dicho otro, en su elogio, que era, más que un autor, “toda una literatura”, sin duda se refería a su calidad y novedad, así como a la amplitud de su visión, no a su simple cantidad y mucho menos a la ambición pueril y conmovedora de figurar en todos los estantes de una librería: desde las biografías a la novela, pasando por el esoterismo, la egiptología, los manuales de autoayuda y, si Dios no lo remedia, el sexo tántrico y las artes marciales.
ACUERDO
Que debo condenar y condeno a D. Ryoki y a D. César, como autores de delitos de proliferación patológica y monopolio editorial a la pena de leer con atención el relato “Bartleby el escribiente”, de Melville, así como la obra Bartleby, de Enrique Vila-Matas, dedicada a los escritores que deciden dejar de escribir. Esta medida tiende a la reha-bilitación de los delincuentes, inoculándoles el llamado “síndrome Bartleby”, que les permitiría su reinserción en la comunidad cultural.
Otrosí: que, puesto que las novelas de D. Ryoki ya están prohibidas en centros de trabajo, debo condenar y condeno a D. César a la pena accesoria de que sus obras sean prohibidas en establecimientos de hostelería, con el fin de facilitar la conversación en la barra de los bares, impidiendo el intercambio de opiniones atrabiliarias, reac-cionarias y expresadas con suficiencia, y garantizando así la indispensable pacífica convivencia entre bebedores.
Así lo pronuncio, mando y firmo.
Rafael REIG».
El Cultural, 8 de febrero de 2007.
Etiquetas: César Vidal, Libros, Ryoki Inoué