lunes, 29 de enero de 2007

 

Si Mahoma no va a la montaña...


«[...] si es cierto que no se acabarán los analfabetos hasta que la enseñanza se haga en realidad de verdad obligatoria [...] es tan cierto o más todavía que lo que en último término importa no es sólo llegar a traducir los signos escritos, sino despertar el amor a la lectura, llevando libros a las gentes, a aquellas que ahora no van ni irán ya a la escuela, y haciéndoles con la lectura en alta voz, como hacen las Misiones, gustar los placeres que los libros encierran. Triste es que muchos aprendan a leer y por cerrazón luego lo olviden».

Memoria del Patronato de Misiones Pedagógicas, Septiembre de 1931-diciembre de 1933.

«Los libros deben ser tratados no sólo con esmero, sino con cariño, porque son amigos que nos proporcionan placer y enseñanza.
Hay que hacer que los libros duren, para que otros obtengan con su lectura la misma alegría y el mismo deleite que nosotros hemos tenido.
La encuadernación conserva el libro y muchas veces es, además, bonita. Por esto debe procurarse que no se estropee. Se envían pliegos de papel fuerte para que, el que lo sepa hacer, enseñe a forrar con esmero los libros.
El forro es como la blusa de trabajo, que conserva y guarda limpio el traje».

«Cuando acabes tu trabajo, lávate las manos y coge el libro que has pedido en la Biblioteca. Busca un sitio tranquilo y lee. Recordarás siempre con placer estos ratos.
Guarda luego el libro cuidadosamente hasta que puedas volver a seguir leyendo. Procura que, al devolver el libro, ya leído, esté tan limpio como cuando te lo entregaron.
¡Buena idea se tendrá de un pueblo donde los libros se leen mucho y se conservan limpios y cuidados!».

Texto de dos marcapáginas impresos para el Servicio de Bibliotecas de Misiones Pedagógicas.

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