sábado, 10 de febrero de 2007

 

Cazadores de imágenes


«Los cronistas de la conquista de África Negra
África Negra no existió hasta que fue contada. África Negra empezó a ser en el mundo occidental cuando los cronistas blancos la narraron. Aquel inmenso espacio central de un continente oscuro empezó a ser conquistado en el mismo momento en que fue descrito, dibujado, fotografiado y filmado. Las palabras, ideas, metáforas e imágenes blancas sustituyeron a las que allí existían. Más que comerciantes, negreros, militares, funcionarios, colonos o misioneros, fueron los cronistas los que conquistaron África Negra para Occidente. La colonización blanca de la parte negra de aquel inmenso continente avanzó al mismo tiempo que progresaron sus relatos. Primero fueron las descripciones de los viajeros, exploradores, sus crónicas o novelas. Luego, con el discurrir del siglo XIX, llegaron los artículos de prensa, las conferencias y debates en museos o sociedades científicas. A medida que los relatos sobre África Negra se hicieron más sofisticados y sus medios de difusión también, la colonización progresó. Los libros con notas y dibujos y los dossiers ilustrados dieron paso a las más atractivas representaciones gráficas que se habían desarrollado en los siglos XIX y XX: primero, la fotografía y, años después, el cine.

En menos de un siglo, los relatos sobre África Negra no sólo habían modificado las sociedades y culturas de aquellos pueblos, sino, también y principalmente, habían cambiado las mentalidades occidentales. Los cronistas de la conquista habían creado un sistema de imágenes, valores, símbolos, mitos y tópicos tan fuerte que aún hoy sigue vivo.

Las imágenes como trofeos de caza
¿Quién definió el imaginario occidental sobre África Negra? Es la pregunta que se hace Christraud M. Geary, antropólogo cultural y comisario del Museo Nacional de Arte Africano de Washington en el prólogo del catálogo editado para la magnífica exposición "In and Out of focus: Images From Central Africa, 1885-1960". Su respuesta nos la ofrece unas líneas después en el mismo texto. "Unos cuantos fotógrafos -escribe Geary- crearon esta ampliamente difundida y estéticamente conseguida imagen, la articularon y colmaron las expectativas de sus espectadores occidentales".

Así fue. Durante el siglo XIX las fotos de África Negra que se exponían en museos, sociedades e instituciones coloniales o científicas transmitían una sensación parecida a los trofeos que cuelgan "en la pared de la guarida de un cazador". Con esta lúcida imagen describe el investigador norteamericano de la Universidad de Yale, Paul S. Landau, la relación directa que durante muchos decenios hubo en África entre fotógrafos y cazadores. Nunca fue una relación casual. Landau, como Susan Sontag, destaca que caza y fotografía compartieron desde siempre tanto vocabularios como prácticas. Algunos de los mejores momentos de esta relación se vivieron en el África Negra colonial. Allí, el sentido profundo de expresiones como "disparar" o "capturar" imágenes, de poblaciones nativas negras o de impresionantes animales como elefantes, leones y gorilas, se hizo realidad como en ningún otro lugar del planeta. Durante muchos decenios cazadores blancos y fotógrafos coloniales compartieron espacios de trabajo, viajes, praxis y tecnología. Tanto unos como otros fueron decisivos para concebir la manera en la que los europeos se impusieron en África Negra durante los siglos XIX y XX. Tampoco se puede olvidar, como apunta con perspicacia Landau, que, paralelamente a aquella conquista, "la tecnología de la pistola y la de la cámara fotográfica evolucionan al unísono". Tal era la relación que, de hecho, tanto las cámaras fotográficas más innovadoras como las armas más sofisticadas, eran sometidas a prueba en condiciones difíciles por fotógrafos y cazadores coloniales africanos. En este sentido, tampoco conviene olvidar, como recuerda Landau, que la relación entre armas y cámaras se hizo tan evidente que las mejoras en los disparadores de las cámaras fotográficas se basaron explícitamente en el mecanismo del revólver Colt y que, posteriormente de forma parecida, las cámaras de cine se inspiraron directamente en los mecanismos desarrollados para las ametralladoras.

Las cámaras disparaban imágenes. Los dossiers ilustrados, postales, libros y revistas se llenaban de documentos visuales exóticos capturados en un África oscura que dejaba de serlo. Al tiempo que las cámaras de fotografía mejoraban, las reproducciones de fotos y postales africanas ganaban en calidad y atractivo comercial. Mientras, en paralelo y a petición de un público ávido de aventuras, la realidad colonial africana se convertía más en una ficción, en una invención. A finales del siglo XIX y principios del XX el proceso de construcción de un imaginario audiovisual africano para uso de occidentales recibió el empujón definitivo. Las innovaciones tecnológicas en fotografía, el aumento en número y calidad de los nuevos medios de comunicación masivos y la aparición de periódicos y revistas especializados multiplicaron el flujo de imágenes de África Negra que llegaban a Occidente. Los salones de unos públicos acomodados europeos y norteamericanos deseosos de aventura se llenaban de publicaciones repletas de imágenes africanas nuevas y atractivas. Ya no eran sólo trofeos de caza. Se habían convertido en un producto de consumo. Eran fotografías que, además, servían a los intereses estratégicos y comerciales de estamentos occidentales implicados en la conquista de África Negra. Desde políticos y altos funcionarios hasta empresas interesadas en la colonización y los nuevos medios de comunicación, todos ellos estaban interesados en utilizar en su beneficio aquellas fotografías africanas. La mezcla de aventura exótica y progreso colonial era muy bien recibida por un público occidental hambriento de imágenes y espectáculo.

Cazadores de imágenes a la conquista de África Negra
Si bien es cierto, como escribe Geary, que la imagen tópica de África Negra fue creada por los fotógrafos, la llegada del cinematógrafo cambió radicalmente las cosas. En pocos años, al igual que antes sucedió con las fotos, las exóticas imágenes africanas en movimiento se convirtieron en un producto de consumo masivo que podía llenar los cines. El hecho no pasó desapercibido a las autoridades metropolitanas, ni tampoco a los productores cinematográficos. Las primeras películas documentales con enfoques propagandistas o turísticos se empezaban a rodar en África. Aquel cine colonial primitivo, mezcla curiosa de entretenimiento popular y aventura exótica, se convirtió en pocos años en la forma de comunicación más poderosa y eficaz para convencer a los ciudadanos occidentales de las virtudes indiscutibles de la colonización. El cine documental colonial se granjeó el respeto y la aceptación de autoridades y espectadores. Había nacido un nuevo género. El coronel francés Jean Baptiste Marchand lo calificó en la revista "Le Film" del 7 de marzo de 1914 de "arma de colonización fundamental para la conquista de África". Funcionarios y autoridades coloniales belgas, francesas o británicas, entre otras, se percataron rápidamente del interés y el potencial que tenía el cine para justificar la aventura colonial. Se crearon agencias oficiales que empleaban a especialistas en cine con el objeto de difundir las ideas que convenían a la expansión colonial. Aquellos equipos de cineastas recibían el encargo de proporcionar información y entretenimiento exótico a un público metropolitano cada vez más amplio e interesado. Los espectadores, por su parte, apreciaban las películas de aventura colonial, decorado africano y protagonistas blancos. Personajes tan hábiles que superaban todo tipo de vicisitudes inherentes a la misión civilizadora que les había llevado a una tierra fascinante.

Durante la primera mitad del siglo XX equipos de cineastas franceses, británicos, alemanes, belgas y, en menor medida, italianos, portugueses o españoles eran enviados a las colonias africanas para retratar aquel universo. En su ensayo "L'exotisme au cinema" el escritor y crítico francés Pierre Leprohon los definió, en 1945, como "cazadores de imágenes a la conquista del mundo". En muchos casos, trabajaban por encargo de sus gobiernos y solían tener una doble misión: difundir los logros coloniales y, coincidiendo con la mejora de Ias comunicaciones con África, fomentar una creciente valoración turística de los atractivos naturales y cinegéticos de aquellos territorios. Así, los cazadores de imágenes a la conquista de África Negra, desde su condición de observadores privilegiados y de una manera consciente o no, construyeron una mirada creadora del estereotipo occidental del hombre negro contemporáneo.

¿Qué sentido puede tener hoy divulgar estas fotografías y películas? La respuesta a esta pregunta nos la ofrece Pascal Blanchard, un prestigioso historiador francés especialista en el estudio de estos materiales. "No es posible -escribe Blanchard-definir la importancia y la dimensión de la empresa colonial europea en África si no se muestra y estudia esta producción de imágenes". Para Blanchard, esconderlas o demonizarlas por su contenido ideológico -como se ha hecho en Europa durante decenios- permitirá mantener "zonas de sombra" que ayudarán a seguir con "la manipulación de las memorias". Por ello es importante, como apunta Blanchard, reconocer que, mientras de manera trabajosa y parcial, con muchas dificultades, los africanos negros, en mayor o menor medida, siguen con su difícil proceso de descolonización frente al neocolonialismo actual, los europeos "aún no han conseguido" descolonizar su imaginario sobre África. Sigue condicionado por los mismos valores, metáforas, ideas, falsedades y malos entendidos que existían en tiempos pasados. El audiovisual colonial sobre África Negra, después de años de desprecio y mala conciencia; de años en los que ha sido calificado de "pobre", "propagandista', "racista', "perverso" o "condenable al purgatorio", se revela hoy como una herramienta fundamental para iniciar la descolonización pendiente del imaginario blanco del continente negro. Así lo han entendido las nuevas generaciones de historiadores de la cultura, antropólogos visuales y estudiosos de las imágenes. También lo ven así algunos críticos de cine, del arte y profesionales del audiovisual que reconocen la gran importancia de estos novedosos estudios. Y es que el análisis, o tan sólo la mera contemplación de estas escenas, sugiere una gran variedad de ideas que trascienden la mentalidad imperialista del colonizador. Las obras de aquellos cazadores de imágenes a la conquista de África suelen estar llenas de una tensa contradicción provocada por la certidumbre de que aquel mundo ficticio -para consumo de occidentales- no podía durar: la utopía blanca sólo era posible en la gran pantalla o en las publicaciones impresas. Hoy, estas imágenes coloniales muestran, por ejemplo, como la mirada inventada sobre una realidad fue, a su vez, la sugestión inventora de un mundo. También evidencian el lugar exacto en el que nació eso que hoy se denomina globalización y que, en sus inicios, se llamó colonialismo: el descubrimiento del otro y su dominación, conquista y destrucción. El cine y la fotografía coloniales, mediante los estereotipos que hoy consideramos más vergonzantes, nos hablan de una memoria que no ha sido memorizada. También nos ayudan a reconocer las actitudes y mecanismos actuales que delatan esa forma no evidente de racismo enmascarado y mala conciencia que es el paternalismo. Una postura que identifica a muchos colectivos sociales y organismos de todo tipo que, hoy como ayer, tratan de civilizar las sociedades negras con ideas blancas.

Los trabajos audiovisuales europeos sobre las colonias pueden ser una de las claves para reflexionar sobre nuestra relación con África Negra, si tenemos en cuenta que hablan del otro en la misma medida que hablan del "nosotros". La historia se repite. La literatura, la pintura, el cine y la fotografía coloniales construyen una visión exótica del mundo negro gestada a partir de dualidades y opuestos que perduran en nuestro imaginario contemporáneo. En palabras de Pascal Blanchard: "naturaleza contra cultura; salvajismo frente a civilización; grupo contra individuo; religión contra ciencia" para acabar en el definitivo, “héroe colonial blanco frente a su figura invertida, el negro africano". Contemplar estas imágenes nos ayuda, en definitiva, a descubrir cómo, en el fondo, han perdurado las ideas coloniales sobre los africanos negros. De Richard Burton a Manuel Iradier; de "Tarzán" a "Mogambo"; de la CNN a los turistas disfrazados, los tópicos, mitos e ideas blancas, más o menos distorsionadas, llevan siglos inventando un África Negra que no existe más que en nuestros deseos».

Pere Ortín y Vic Pereiró, Mbini. Cazadores de imágenes en la Guinea colonial, Barcelona, We Are Here Films-Librería Altaïr, 2006, págs. 10-13.

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